Juan Flores (Málaga, 1950) es un artista cuya obra se ha desarrollado entre España, Alemania y Suiza, impregnándose de cada lugar con una mirada abierta y contemplativa. Su pintura, alejada de tendencias efímeras, traza un camino propio donde la geometría, la figura y el color se conjugan con un profundo sentido del silencio y la armonía. Actualmente reside en Gaucín, un pueblo blanco en la sierra de Málaga, desde donde continúa su práctica artística.
Un lenguaje entre formas y color
El uso del óleo y el acrílico le permite alternar texturas densas con transparencias suaves, creando composiciones que respiran tiempo y atmósfera. Sus obras surgen como paisajes interiores: espacios de memoria, figuras suspendidas, estructuras que evocan lo vivido o lo soñado. La pintura, para Flores, es un proceso lento, atento, donde la imagen no se impone, sino que emerge en diálogo con la materia.
Entre el sur y el mundo
Su imaginario está marcado por la luz del Mediterráneo, la arquitectura de los pueblos blancos y el pulso sereno del sur. A la vez, su obra establece vínculos con las vanguardias europeas del siglo XX y con una tradición pictórica que trasciende geografías. Lo local y lo universal se entretejen en un lenguaje plástico propio, donde la intimidad y la contemplación ocupan un lugar central.
Pintura como forma de estar en el mundo
Frente al vértigo de la inmediatez, la pintura de Juan Flores propone una pausa. Sus obras no buscan narrar ni impactar, sino crear un espacio donde mirar con calma. Cada cuadro es una invitación a la atención, a detenerse ante lo esencial. Hay en su trabajo una elegancia sobria, una fidelidad a lo humano y una poética silenciosa que se revela en lo mínimo.